Todos los padres desean que sus hijos sean sanos y normales. La mayoría lo logran, pero un número considerable descubre en algún momento que a su hijo le pasa algo, que es “diferente”. No hago demagogia cuando digo que todos somos diferentes. Es así. El asunto es que las diferencias a algunos les impide en la infancia funcionar como lo hace la mayoría. Puede ser que no caminen, o sean ciegos o se comporten con peculiaridades, como los niños autistas por ejemplo. Son tan valiosos como cualquiera y tan adorados por sus padres como todos los demás, pero…necesitan alguna ayuda extra.
En algunos la dificultad es evidente desde que nacen, en otros casos los problemas aparecen después. El destino de cada uno de estos niños es muy variable, y muchas veces difícil de predecir. Muchos niños con discapacidades llegan a ser adultos productivos y felices, más allá de que el camino para lograrlo no resulte fácil.
Lo que si sabemos es que en buena medida la evolución dependerá de la capacidad que tenga la familia para aceptar y manejar la situación y de la capacidad que demuestre la sociedad para aceptarlo como un miembro más de la comunidad. Y por eso escribo esta nota. Porque me duele y enoja que aún hoy las escuelas sigan eligiendo a los niños “perfectos” y desechen a los que no lo son. ¿Sabrán las autoridades que les cierran las puertas a estos niños el daño y dolor que le agregan a seres ya castigados?
Les cuento lo que les pasó a M y R. La menor de sus hijos ha sido siempre diferente a sus hermanos: mucho más tranquila y menos sociable, demoró muchísimo en hablar y aún no lo hace bien. Es cariñosa, dócil y puede pasarse horas jugando con cualquier objeto. Recibe tratamientos, a los que va sin problemas y de a poquito se ven avances. Decididos a que empezara la escuela, sus padres la anotaron en la escuela a la cual van sus hermanos. Allí la entrevistan, le aplican pruebas e, inesperadamente para la familia, la rechazan. Sus padres, una vez que superan el dolor, la frustración y la rabia, acuden a otra escuela de la zona donde saben que aceptan niños “diferentes”. Allí la aceptarían gustosos, pero sólo en caso que también se cambien de escuela sus hermanos. M y R se sienten en una encrucijada sin salida : ¿porqué “sacrificar” a los más grandes que ya tienen su lugar, sus amigos y su vida en otra institución? Y ojo que entendemos a las escuelas: si sólo terminan teniendo niños diferentes deja de ser una escuela para todos!
Otro caso. S y T tienen un sólo hijo, muy inteligente pero con dificultades sociales y de comunicación. Las va a superar en el futuro pero ahora, a los 5 y recien empezando los tratamientos se le notan. Fueron a una escuela supuestamente integradora para inscribirlo. Allí los recibió amablemente una psicóloga que lo primero que hizo fue mostrarle toda la escuela, los juegos y el salón al que supuestamente ingresaría el año siguiente. Luego de eso sometió al niño y a los padres a un duro interrogatorio del que salieron mal parados: el niño no fue aceptado y lo dijeron frente a él .“Con sus problemas no se va a adaptar” fue el eufemismo utilizado, que de todas maneras rompió el corazón de toda la familia. Y el mío.
Tratar de escolarizar a un niño “diferente” en nuestra realidad no es imposible, pero tampoco fácil. Más allá de que legalmente todos los niños están teóricamente protegidos en sus derechos independientemente de cualquier “diferencia” y que está abolida la discriminación y la segregación de cualquier tipo, la realidad es que muchas instituciones no están implementadas ni quieren estarlo para darles a los niños con dificultades especiales el tipo de enseñanza o abordaje que ellos necesitan.
En algunas no existe la más mínima voluntad de hacerles un lugar ya que apuntan a un nivel de excelencia académica que supuestamente ellos no podrían alcanzar. En otras la voluntad existe, pero no los recursos humanos o económicos. En unas pocas afortunadamente se hace un espacio digno y se trabaja con respeto, dedicación y creatividad para poder lograrlo. Pero como son pocas tampoco pueden aceptar a todos los que les piden.
Cuando buscan la escuela que acepte a su hijo “diferente”, los padres deben enfrentar la dolorosa peregrinación que los enfrentará una y mil veces a la frustración y les reactivará un profundo dolor. Rechazos abiertos y velados, consejos derrotistas, miradas de molestia y pena es lo que van recibiendo en respuesta a su solicitud. A algunos padres esta experiencia les ha dado fuerzas para crear nuevas instituciones, para transformar otras y trabajar para que otros padres no tengan que pasar por lo que pasaron ellos. A otros, los aniquila, restándoles la energía necesaria para seguir luchando.
Los padres de los niños “diferentes” son los héroes anónimos de cada una de estas historias. Son ellos los que han tenido que descubrir las dificultades, los que tuvieron que procurar un diagnóstico que a veces se demora y duele mucho, los que han tenido que soportar las miradas y comentarios de incomprensión o curiosidad irrespetuosa, los que se ven acosados por limitaciones económicas y preocupaciones sobre el futuro y los que, muchas veces, tienen que enfrentar la dura realidad de que vivimos en una sociedad en la que no hay lugar para su hijo.
De todos nosotros dependen seguir ganando espacio, lugares y sensibilidades para que ninguna familia deba pasar más por ese dolorosisimo peregrinar.
Deja un comentario