Si tu hijo es complicado pronto vas a empezar a recibir comentarios y “consejos” de quienes te rodean. Muchos serán bien intencionados, pero no siempre acertados. Algunos pueden ayudarte, pero muchos te harán sentir peor. Algunos podrás desoír (esa vecina que te dice que pruebes con un poco de tilo en la mamadera para que el niño no chille de noche), pero otros se te clavarán en el corazón.
No permitas que te roben la energía que necesitás para encontrarle la vuelta a la situación. Pero tampoco barras para abajo de la alfombra y desestimes todo. Más bien tomá los comentarios como indicadores de que hay cosas a trabajar. Y hacé tu mejor esfuerzo para ser realista.
El primer paso para cualquier cambio positivo es siempre la aceptación. Si ves que tu hijo es el único que sigue llorando cuando lo dejás en la escuelita y ya estamos a mitad de año; si ves que tu hija es la única que no pudo seguir la coreografía porque se distrajo o porque se puso a hacer cualquier cosa o porque la timidez la paralizó; si ves que es el niño que siempre está en las peleas o conflictos, no te apures a etiquetarlo, pero aceptá que algo está pasando. No necesariamente ha de ser una patología, pero algo parece no dejarlo participar alegre y libremente de lo que participan los niños de su edad.
Una vez que aceptes, no corras a comprar soluciones. Primero pensá con toda la tranquilidad que puedas. Pensá cómo están viviendo (¿muy apurados?, ¿muy tristes?, ¿muy enojados?, ¿muy distraídos por otros problemas?), pensá cómo estás tú y sé muy objetiva con lo que hacés en el día a día en la crianza. Muchas veces no hay que ir muy lejos para encontrar respuestas.
(extracto del capítulo 7 , SI TE TOCÓ UN HIJO “FATAL”, Tus hijos ,los límites y el bienestar., Random House,2018 )
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