El “síndrome de déficit de Naturaleza”

El “síndrome de déficit de Naturaleza”


Cuando leí Last Child in the Woods , de Richard Louv terminé de convencerme de muchas cosas que resonaban en mi mente. Cada vez me encuentro con más niños que necesitan tratamiento psicomotriz sin que tengan un verdadero trastorno, pero que no han desarrollado ni la coordinación ni otras capacidades necesarias para utilizar el cuerpo con plenitud y eficacia. Mes a mes conozco más niños que son incapaces de esperar, de escuchar todo lo que dure un cuento contado o de saber qué hacer cuando tienen tiempo libre y no pueden usar “aparatos entretenedores”. Muchas cosas hemos ganado con los avances tecnológicos, que no estaría dispuesta a renunciar a ellas. Pero también hemos perdido cosas importantes, experiencias modeladoras de nuestra manera de ser en el mundo. Entre ellas está la disminución del contacto de los niños con el “aire libre” y la Naturaleza. Los cambios socio-culturales y económicos han llevado a las familias a vivir en lugares cada vez más chicos, más compactos y resguardados. La arquitectura influye sobre las costumbres y viceversa. Las cocinas enormes de antaño, lugar de reunión y convivencia de probablemente más de dos generaciones se han transformado en lindos y pequeños cubículos, donde hay más electrodomésticos que personas. De las puertas abiertas y los vecinos en las veredas hemos pasado a las rejas y las largas horas frente a alguna seductora pantalla. De los paseos a parques y plazas hemos pasado a los shoppings cerrados y llenos de objetos de consumo. No son iguales los niños que tenían muchas horas por día para correr, jugar con barro, trepar árboles o patear una pelota en la esquina a los que están fuera de su casa entre ocho y diez horas por día, aprendiendo cosas diversas y que cuando vuelven están exhaustos sólo dispuestos a tirarse en un lugar cómodo y dejar que algún aparato los acompañe y entretenga. El conocimiento de muchos de nuestros niños sobre el mundo natural muchas veces se limita al conocimiento intelectual . Para buena parte de los niños de hoy, la Naturaleza, es más una abstracción que una realidad. Puede hablarnos de polución y cambio climático, pero jamás han visto crecer una lechuga ni una gallina ampollando.
Los síntomas del “deficit de Naturaleza” son la consecuencia que sobre el desarrollo tiene el alejamiento de la vida natural. Estos son algunos de ellos: • Debilitamiento motor: El ejercicio físico que el niño puede disfrutar en el juego al aire libre, sobre terreno natural y sin que nadie se lo organice es más fortalecedor, más variado y creativo del que pueden hacer obedeciendo las órdenes de un entrenador , con horario fijo, entre cuatro paredes. Los niños que nunca han amasado algo, desde barro a pan casero, o que nunca armaron una casa o un muñeco o una nave con palos tienen manos blanditas y frágiles. • Debilitamiento emocional: El contacto con la Naturaleza reduce el estrés naturalmente. Tener lugares naturales accesibles permite mayor libertad para moverse sin miedo, para explorar y para encontrar la posibilidad de estar solos, escuchando sólo los sonidos de la vida de afuera y de adentro nuestro. • Uso disminuido de los sentidos. Hay un pérdida de riqueza sensorial en la vida de los niños que se crían con aire acondicionado en verano y calefacción en invierno, que pocas veces miran a lo lejos porque en su vida el horizonte está siempre muy cerquita, que no han escuchado jamás a un benteveo o a un grillo y que además someten a sus tímpanos a más decibeles de los necesarios demasiado tiempo.
El cerebro humano necesita estímulos vivos para desarrollarse, para encender neuronas y para ver más allá de nuestras narices. Necesitamos experimentar variaciones, oler cosas diferentes, escuchar sonidos variados, mirar a diferentes distancias, diferentes gamas de colores, sentir diferentes texturas y temperaturas para lograr un cerebro realmente rico.
• Escaso entrenamiento de las funciones necesarias para trabajar hacia un objetivo: El cerebro necesita activar y fortalecer habilidades para que estas se perfeccionen y sean funcionales en la vida. Hay que practicar en la realidad la capacidad de planificar , de evaluar lo que se necesita para llegar a donde queremos, a organizarnos para poder cumplir las etapas necesarias en el tiempo y en el orden adecuados. Cuando un niño recibe todo procesado, ya hecho, no practica ni fortalece estas funciones.
• Mayor facilidad para “aburrirse” Nunca los niños poseyeron tantos juguetes ni tuvieron a disposición tantos entretenimientos y nunca se quejaron tanto de aburrimiento como ahora. Algunos equiparan este fenómeno a lo que pasa cuando uno quiere sacarse la sed con un líquido muy azucarado y hay que seguir tomando y tomando porque no la calma realmente. El “aburrimiento” que produce la hiperestimulación de lo tecnológico es más bien como una necesidad de tener más, de calmar necesidades que no se han calmado aunque nuestro cerebro ya no tolere más luces ni sonidos electrónicos. Es un aburrimiento pasivo que clama por que alguien le ofrezca otro entretenimiento semejante pero que divierta más. El contacto flúido y libre con la Naturaleza promueve la creatividad, la autogestión y el cansancio físico saludable que nos permite después, descansar tranquilos.
El sindrome de “deficit de naturaleza” puede prevenirse y tiene cura. Para ello no es necesario mudarse al campo ni renunciar a la electricidad. Sólo es necesario estar atento y conectado a toda la naturaleza que nos rodea aún en la ciudad, a sus leyes y disfrutes. Aprender a mirar el cielo, a escuchar los sonidos de nuestro entorno, a percibir los diferentes escenarios de las estaciones. Exponer a nuestros niños a todos los estímulos naturales que sea posible y razonable además de los estímulos tecnológicos e intelectuales de nuestra época, los ayudará a crecer más sanos, más concientes de sí mismos y del mundo que los rodea.

Fuente imagen: Freepik

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