El desafío de ser madre hoy

El desafío de ser madre hoy

Que las mujeres somos seres fuertes y capaces ya no hay quien lo discuta. Hemos logrado salir del rutinario pero a veces cómodo rol en que nos tenía la costumbre, para conquistar otros en las oficinas, consultorios, fábricas y demás lugares en los cuales se piensa, se crea y se construye la vida real de las comunidades. Semejante “tsunami” social ha generado muchas consecuencias, de la buenas y de las malas. Aún estamos en proceso de encontrar la mejor manera de armonizar con éxito el desarrollo fuera de casa con el desempeño responsable, comprometido y saludable del rol de madre.

Las mujeres que hemos asumido el desafío de tener y criar una familia con hijos al mismo tiempo que desarrollar una actividad remunerada en el mundo fuera de casa hemos descubierto que, no siendo imposible, tampoco es fácil. Nuestras sociedades no tienen aún los recursos implementados que serían necesarios para poder hacerlo sin que una gran sobrecarga siga cayendo fundamentalmente sobre las mujeres. A pesar de los enormes avances positivos en los roles de madres y padres, aún las mujeres seguimos haciéndonos cargo del monto mayor del trabajo hogareño y de crianza de los hijos. (www.elpais.com.uy/10/04/28/pciuda_485288.asp)

Querer ser madre, trabajadora y mujer plena hoy, nos plantea riesgos y desafíos. La ciencia nos ha demostrado lo tremendamente importante que es el vínculo que establezcamos con nuestros hijos. Sabemos que buena parte de su desarrollo pleno y saludable dependerá de lo que aprenda de nosotras. ¡Qué responsabilidad! Y a la vez ¡qué poder tenemos! Es de nosotras que depende que el mundo se pueble de seres humanos fuertes emocionalmente, felices y buenos. Pero eso lleva tiempo, trabajo , compromiso y habilidades, fundamentalmente saber jerarquizar, compartir y delegar lo delegable.

Datos de investigación nos demuestran que las madres que además trabajan fuera de casa tiene menos índices de depresión que quienes trabajaban solamente en la casa, siempre y cuando tengan expectativas realistas con sus verdaderas posibilidades.

Aquellas que trabajan fuera y creen que van a poder hacer todo y perfecto, son las que más se deprimen. Por eso es que tenemos que ajustar las expectativas y saber que más allá de nuestros deseos y necesidades, los días siguen teniendo 24 horas y nuestras fuerzas no son infinitas. Es un hecho que no vamos a poder hacer todo lo que hacíamos cuando no habían nacido los hijos, porque ellos necesitan nuestro tiempo y ellos son nuestra tarea prioritaria. Algunas actividades de antes deberán espaciarse, otras postergarse por un tiempo. No se acaba la vida porque durante los primeros años de nuestros hijos no podamos ir a hacer gimnasia todos los días ni reunirnos con amigas como cuando éramos solteras. Son diferentes etapas, que vale la pena vivir plenamente, con aceptación y felicidad.

Saber diferenciar lo que es verdaderamente importante de lo que no lo es es de gran ayuda para maximizar nuestras fuerzas. La crianza de los hijos es sin dudas lo más importante para las madres. Sin embargo, no siempre actuamos de modo de ajustarnos a esta prioridad, y malgastamos el poco tiempo disponible para ellos en actividades estériles. Cuando una mamá que trabaja fuera llega a su casa, los niños necesitan su plena disponibilidad emocional. Ellos sienten si llegamos ávidas de conectarnos con ellos y sus vidas, o si lo hacemos con la cabeza ocupada por otros menesteres. Esta es una presencia física pero no emocional de la madre que los perturba y daña, y que tenemos que evitar. Por ello es importante que las mujeres busquemos buenas estrategias que nos permitan controlar las preocupaciones y el estrés, para poder llegar a casa dispuestas a vivir lo que la vida nos ofrezca en ese período, dejando “en el freezer” los problemas del mundo de afuera.

Esas pocas horas diarias que compartimos con los niños, es conveniente que lo hagamos generosamente. Puede ser un buen recurso silenciar el celular y apagar la computadora y la tele. Hay muchas actividades, juegos o tareas que pueden compartirse y que crean el clima familiar que nutre y fortalece al niño. Cuando los hijos van creciendo, va aumentando su autonomía lo que va dando de a poco más autonomía también a la mamá. Quizás la niña esté en su cuarto jugando y su madre haciendo otra cosa en el estar, pero la niña sabe que si se acuerda de algo que pasó en la escuela y quiere compartirlo, su madre le prestará la atención honesta y franca que ella necesita para saberse valorada.

Cuando hay mamá y papá viviendo juntos un gran desafío es la repartición equitativa de tareas, tanto las hogareñas como las de crianza de los hijos. Afortunadamente hoy estamos asistiendo a una nueva paternidad en la cual los hombres participan más cercanamente de la crianza, lo que ha significado una enorme ganancia para todos. Para seguir avanzando es necesario que ellos sigan comprometiéndose y descubriendo las maravillosas experiencias de la paternidad, y que las mujeres los habilitemos a hacerlo.

Llevar una casa y criar hijos de a dos no sólo es lo justo, sino que multiplica los recursos, hace más liviana la tarea y le da a los hijos un maravilloso ejemplo de trabajo en equipo.

El estilo de crianza sigue siendo la mejor herramienta a mano para lograr que cada hijo sea la mejor versión de si mismo. Por eso es tan importante que sepamos delegar lo que nos consume tiempo y no es tan importante, pero no lo que es formativo. Otros pueden enseñarles a leer y escribir, o pueden cocinarles o coserles la ropa, pero los valores, los estilos de pensar y sentir que tenemos que trasmitir son los nuestros, los de su familia. La puesta de límites debe ser la que sus padres elegimos, y quienes los cuidan en nuestra ausencia deben ajustarse a esas normativas.

Los niños necesitan madres comprometidas, responsables , disponibles emocionalmente…que también sean felices. La rutina cotidiana de trabajo y obligaciones a veces nos abruma y nos enturbia el humor. No paguemos ese precio. Sigamos buscando la manera de de criarlos con compromiso y responsabilidad sin perder por ello ni la alegría ni la espontaneidad ni el disfrute. Para ello también debemos cuidarnos a nosotras mismas, ser amables con nosotras mismas. Es importante llevar una vida sana, cuidar el sueño y la alimentación en cantidad y calidad. Igualmente necesario es tener recursos frente al estrés y mantener espacios personales de paz y disfrute. Algunas encontraran esto en una caminata , otras escuchando música cuando todos se fueron a dormir, otras charlando con amigas o practicando yoga. Cada una de nosotras debe buscar y encontrar aquello que le permita reencontrarse y sentirse bien.

Ser madre, trabajadora y persona implica esfuerzo, cansancio y estrés. Pero también enorme monto de satisfacción, alegría y orgullo. No permitamos que el estrés nos invada y nos intoxique y nos haga perder el enorme disfrute que significa pasar por la vida dejando una buena huella.