De campamentos, periscopios y cordones virtuales

De campamentos, periscopios y cordones virtuales

Hace algunos años los campamentos eran una verdadera aventura. Más allá de si eran en carpas o cabañas. eran una fuerte y fortalecedora experiencia de autonomía, y lo que es aún mejor, de disfrute en la autonomía. Era muchas veces en un campamento que uno descubría lo bien que lo podía pasar entre pares, cuánto mejor nos caía aquel a quien no habíamos registrado durante el año o las habilidades ocultas de algún otro. Y comíamos con ganas lo que fuera porque teníamos hambre y no había “plan b” , pero además porque todo era más rico por estar juntos y contentos.   Y uno volvía muerto de cansancio, sucio y pletórico de alegría por lo que había vivido y por el re-encuentro con los padres a quienes les contaríamos nuestras aventuras. Ellos nos estaban esperando impacientes , con ganas de tenernos nuevamente en casa y de escuchar todos los cuentos. Claro, no existían los celulares. Hoy me cuentan que estos aparatitos han logrado cambiar bastante lo que son los campamentos de ahora. Por ejemplo, hay niños que los llevan y no sólo se siguen hablando con sus padres, sino que también los usan para jugar y entretenerse de manera un tanto más pasiva que si estuvieran trepando árboles, buscando tesoros o remando en un bote. En otros casos, donde los niños son muy chicos como para usar celulares son las mismas maestras las que trasmiten a los padres en tiempo real todo lo que va sucediendo, gastando su tiempo grabar mensajes en lugar de acompañar exploraciones de caminos de hormigas o  juntadas de piedras y hojas raras.

Estos aparatitos maravillosos y mágicos, usados de esta manera  se transforman en periscopios parentales que lo ven todo en la vida de sus hijos, vestigios de un cordón umbilical que no se terminó de cortar. 

Para crecer sanos y fuertes los niños necesitan que vayamos acompañando con sabiduría y sensibilidad su camino, sabiendo satisfacer lo que son las necesidades de la etapa. Hay una etapa inicial en la que necesitan el cien por ciento de nuestra atención para satisfacer todas sus necesidades físicas y emocionales. Pero dura relativamente poco, porque apenas empiezan a crecer y madurar los padres tenemos que saber ir dejándoles el espacio para que ellos crezcan. Desde dejarlos comer con su mano a sacarles las rueditas de la bici, a dejarlos irse de verdad a un campamento…

En la cultura actual hay muchas cosas que conspiran para que los padres les den a sus hijos el espacio vital que necesitan. Por ejemplo el miedo. El miedo nos ha parasitado y ha sacado a los niños de las veredas, de los ómnibus y de tantas otras actividades saludables. Es muy probablemente por miedo que muchos padres mandan a sus hijos al campamento con celular  y es por miedo que los maestros lo permiten. “¿Y si pasa algo?” se preguntan todos, sin saber a ciencia cierta qué puede ser ese “algo”. Por suerte muy pocas veces pasa algo verdaderamente grave en estas actividades, entonces el celular lo que mayormente vehiculiza son  las llamadas para quejarse de que la hamburguesa estaba fría o que fulanita no le dió bolilla en toda la mañana. 

A ver, madre y padres: ¿no es que queremos hijos seguros de sí mismos , que sepan resolver problemas , independientes y con tolerancia a la frustración? ¿Ustedes creen que manteniéndose unidos siempre por ese cordón umbilical virtual lo van a conseguir? Pues no. Nadie puede fortalecerse emocionalmente si no experimenta la autonomía , si no se ve obligado a solucionar problemas y generar estrategias, si no fortalece recursos internos en la experiencia real. 

¿Y la trasmisión en vivo por whatsapp? Impedirles la posibilidad de contar ellos lo que vivieron, dejar que les saquen la primicia de contarles a sus padres que probaron lechuga por primera vez o que ganó la cacería con su equipo,  es una estafa. No hay derecho a hacer que se pierdan la verdadera, honesta y sincera reacción de mamá y papá frente a los cuentos.

Pero además hay una cuestión de confianza en juego. Si confían en los adultos a cargo (y estoy segura que si, sino no dejarían con ellos a sus hijos) deben demostrarlo y deben transferir esa confianza a los niños.  Está bueno enseñarles que también pueden confiar en otros. 

Como está bueno permitirles divertirse sin padres y también mostrarles que ustedes también son capaces de tener vida cuando ellos no están. Y que cuando se re-encuentran todos los disfrutan. La salud de la familia pasa por la unión y la conexión, no por la dependencia y el pegoteo. 

(publicado en mujermujer, 2015)

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