Qué dolor sienten muchos padres al ver que sus hijos parecen no valorar lo que tienen. Hay niños que maltratan los objetos, no los cuidan, se aburren de ellos fácilmente y siempre están buscando una nueva cosa a poseer. “¿Ustedes se creen que a mí me regalan la plata?”. “A la edad tuya, yo tenía una pelota de trapo y bien que me divertía con ella”, les dicen los padres doloridos a sus hijos, que tienen miles de juguetes archivados, y varios aparatos a su disposición.
No es culpa exclusiva de los padres. La cultura nos empuja para ese lado del “use y tire”, y de la rápida obsolescencia de todo. Y entonces, sin quererlo, les enseñamos que es más fácil tirar la impresora y comprar una nueva que arreglarla, que es imposible usar las botas del año pasado porque esta temporada “se usan” otras diferentes.
Pero, si queremos y nos lo proponemos, podemos enseñarles otra cosa. Porque también existen hoy los niños que son capaces de guardar un autito descascarado o un peluche despeinado porque les recuerda a alguien querido o alguna etapa. Son niños que descubrieron que las cosas no valen por lo que cuestan en dinero, sino por lo que significan para uno.
Somos nosotros también quienes les tenemos que enseñar a valorar y cuidar los recursos naturales, esos que creemos que son infinitos. Hagámoslos tomar conciencia (y tomémosla nosotros) del privilegio que significa que abramos una canilla y salga agua limpia.
De chiquitos aprenden fácil a no dejar la canilla abierta mientras se cepillan los dientes y a apagar las luces cuando no las necesitan. Les fascinará ligar la procedencia del papel con los bosques y así entenderán por qué les pedimos que dibujen en los dos lados de la hoja.
Aprender a cuidar tiene que enseñarse con hechos, no palabras. Es en la vida normal de cada uno que se aprende a no malgastar ni recursos económicos ni naturales. Es allí que uno puede enterarse, o no, que los agujeros de las medias pueden coserse y que la comida que sobró se puede guardar en el freezer para otro día. Reparar y reciclar son verbos cargados de sentido ético, porque implican el cuidado de nuestro querido y castigado mundo, y porque representan valores que ponen a la vida por arriba de los objetos.
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